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Laporta enfrenta un momento crucial: ¿podrá continuar al mando? | Marca

Laporta tiene la habilidad de presentarse en Arabia con las manos en los bolsillos, silbando el himno del club mientras trama a quién culpar por sus últimos desaciertos. Es capaz de colocarse la corbata en la cabeza si el Barça logra la victoria en la competición. Al menos, de cara al público, se comporta como si nada estuviera sucediendo. Pero, en realidad, está ocurriendo mucho. Ha llevado a cabo un manejo ineficaz con la venta de los palcos, mantiene a dos jugadores profesionales en una situación absolutamente inusitada y aún se aguardan explicaciones sobre disparates recientes, como la figura de la mediación en el contrato con Nike y otros engaños. No es que estuviera fuera de la presidencia en una empresa normal; es que ni siquiera podría presidir una comunidad de vecinos.

Por eso debería tener la humildad suficiente para someterse a esa cuestión de confianza que le pide la oposición. Incluso sería una salida honrosa si la pierde. Nada más democrático. Un órgano del club, según los estatutos, fiscaliza al presidente y le invita a dejar el cargo. O al revés: Laporta, en una última pirueta —es muy capaz—, renueva la confianza y sigue sobre el alambre electrificado de la presidencia. Cualquier cosa menos esa media sonrisa de tahúr y la permanente sensación de que no para de hacer trampas.